domingo, 20 de junio de 2010

Solo quedan cinco días

Un número con mala rima, la cifra mágica del repoker, los jinetes del Apocalipsis, la histórica delantera del Zaragoza, los magníficos de la película, los del club de Enyd Blyton... los cinco días que quedan para comenzar el calvario de las oposiciones.
Otro año más toca enfrentarse a otros tantos cinco compañeros que forman el tribunal y deciden si después de diez años soy apto para formar jóvenes o no, aunque suene incogruente. Incongruente porque si llevo diez años haciéndolo, ¿por qué hasta ahora me han dejado hacerlo si no he demostrado ser apto para ello?. Aún recuerdo mi primer día de clase, mis primeros cursos. Gracias a Dios hoy no me parezco en nada a aquel que comenzó en Villanueva de Córdoba. Hoy soy mucho mejor docente que entonces, conozco mejor el sistema, a los alumnos, a los compañeros, a las familias, a los directivos, y sobre todo me conozco mucho mejor a mi mismo.
El sistema de oposición puede que sea un mal necesario en el sistema, pero no por ello deja de ser un mal. Un sistema en el que en absoluto se valora la calidad humana del futuro docente, la capacidad de transmitir conocimientos, la virtud de conectar con los alumnos, la capacidad de reciclaje personal o el entusiasmo con el que realizará su trabajo. Solo se valora la suerte de que te caiga un tema que lleves bien preparado, aunque no tengas ni idea de los restantes, y la capacidad de representar una tragicomedia durante treinta minutos delante de un tribunal defendiendo una programación, que ni tú ni el tribunal se creen, porque ambos conocemos como es entrar diariamente a una clase de la ESO.
En los próximos cinco días andaré malhumorado, nervioso, con el vientre rebelde, la nicotina en niveles fuera de concurso y un insomnio que se cronificará durante al menos veinte días. El viernes rezaré para que el coche no se averíe camino de la presentación, repasaré mil veces si llevo la programación, los méritos y el DNI, saldré cuatro horas antes por lo que pueda pasar y me quedaré sin tabaco a media tarde porque ya me habré fumado los dos paquetes que llevaba. El pulso se acelerará cuando el secretario vocifere mi apellido y me reiré nerviosamente de las absurdas preguntas que realizarán los demás opositores al tribunal.
El domingo estaré al borde del infarto cuando empiecen a escribir los temas que han salido en el sorteo, y espero poder suspirar de alivio cuando compruebe que al menos domino uno de ellos. Pero todo esto ya lo iré relatando para ir descargando algo los nervios.
Suerte para todos los que os encontrais en la misma tesitura que yo en esta tarde de Domingo.

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