martes, 20 de enero de 2009

Conciliación de la Vida Familiar

Si fuera al médico con toda probabilidad me diría que es un virus, pero el caso es que llevo unos días con el ánimo por los suelos y con sentimientos encontrados. Por un lado el sentimiento de inutilidad de mi vida, a pesar de haber visto dos veces esta Navidad pasada a mi admirado James Stewart en ¡Qué Bello es Vivir!, y por otro lado de rabia al escuchar que el adelanto del comienzo del curso escolar a partir del año próximo está motivado por razones de conciliar la vida familiar con la laboral.
Será a lo mejor que la crisis de los cuarenta me llega con un año de adelanto, pero me da la impresión de que todo lo que hago en mi vida, día a día, es completamente inútil. Soy incapaz de contentar ni a tirios ni a troyanos; si me vuelco con los críos el fin de semana resulto ser un blando y me torean lo que quieren, si es con mi mujer son los niños los que se quejan de aburrimiento y de que soy un dictador... "Siempre hay que hacer lo que tú digas, yo me quiero ir de esta casa" (impagable la cara que pone cuando lo dice). Si te dedicas a la familia descuidas la casa, y si te vuelcas en las labores domésticas es la familia la descuidada. Y todo ello en cuarenta y ocho horas en las que quieres estar con ellos, quizá porque en el subconsciente piensas que a lo mejor es la última vez. Luego llega la semana, la dichosa semanita que paso aterido tanto en el trabajo como en la casa, maldiciendo cada minuto que estoy en el puñetero pueblo del diablo, pasando esas noches en vela dándole vueltas a mil y una estupideces en la cabeza mientras los dichosos pies entran en calor. ¡Y por fin es viernes!, aunque cada uno cuenta la feria como le va, y a mi la feria de los viernes no me va muy allá, quizá por los cuatrocientos kilómetros de infernal asfalto, quizá por la sensación de rabia de haber desperdiciado cinco días de mi vida en pasar frío y hambre... maldita la hora en que se me ocurrió proponerme adelgazar.
Y mientras todo esto se va repitiendo con una cotidianidad desagradablemente interiorizada y asumida por todos los que en ella nos vemos inmersos aparece el día 23 de diciembre, con nocturnidad y alevosía como dicen en las noticias de sucesos escabrosos, un borrador de decreto de mi nunca bien ponderada Consejera de Educación que versaba sobre el calendario escolar. En ese documento se propone que para el próximo curso se aumente el número de días lectivos y se adelante la fecha de inicio del curso escolar al siete de septiembre, amén de dar la posibilidad a los padres para que elijan el modelo de jornada que quieren que el centro educativo tenga, si de mañana, si de mañana y tarde, en aras de una mejor conciliación de la vida familiar y laboral y para mejorar el rendimiento y los resultados de los alumnos andaluces.
Herrada Sra. Consejera, (está bien escrito, con "h"), las medidas para la conciliación de la vida familiar y laboral deben ser promovidas por las administraciones públicas y llevadas a cabo por las empresas. Pues bien, no se si se ha dado cuenta de que usted aúna en su persona a las dos. Por un lado es administración y por otro lado empresa. Si realmente quiere conciliar mi vida familiar con mi vida laboral no haga que mis hijos vayan al colegio por la tarde a hacer el idiota y déjesles tiempo de ir a la piscina, al baloncesto, al baile, y por favor no me mande más a cuatrocientos kilómetros de mi casa a trabajar.
Hace nueve años precisamente hoy mi mujer dio a luz a mi hijo y yo me pasé todo el parto en la cama de un hotel manchego escuchando la narración de mi madre a través del teléfono, cual si de carrusel deportivo se tratase, pero con una ilusión enorme. Entonces era una empresa privada para la que trabajaba y las circunstancias hicieron que no conociera a mi hijo hasta más allá de doce horas después de nacer. Hoy trabajo para usted sra. conejera, perdón consejera, y mi hijo cumple nueve años, pero ¿sabe que ya no tengo ilusión ninguna?, ¿sabe que no tengo esperanza alguna de conciliar mi vida familiar con la laboral?, ¿sabe que mi familia se encuentra desestructurada, como a ustedes los progres de pacotilla les gusta decir, por su culpa?.
Como diría otro político igual de impresentable que usted, mire usted sra. conserjera, perdón por la dislesia mecanográfica de nuevo, sra. consejera, hágame trabajar los 365 días del año, aunque sea dándole clase a las bancas, pero hágamelos trabajar a una distancia de mi familia que me permita abrazarlos todos los días. Pero me temo que conociéndola, el año próximo me tocará Pulpí, que es el único extremo geográfico que aún no he probado de nuestra querida Andalucía, o lo que es mejor, para que no continúe quejándome probablemente atenderá a mis razones y me enviará con mi familia, eso sí, parado, pues me temo que como continuo sin conocer a nadie en los tribunales de oposiciones me volveré a quedar el primero sin plaza por tercera vez.
Pero bueno, me tomaré algo de paracetamol y mucha agua y a ver si el puñetero virus este se me pasa y regreso al pensamiento único de que los maestros vivimos de puta madre con las vacaciones y los sueldazos que tenemos.