lunes, 23 de junio de 2008

Lo peor de perder ...


Todos los tópicos que queramos, todos los epítetos que queramos aplicar, pero el partido de anoche entre España e Italia se tardará mucho tiempo en olvidar, por la emoción del resultado, por lo largo que se nos hizo a casi todos (sobre todo a mi mujer), por la tensión en la tanda de penalties... pero lo mejor de todo ver la cara de gili puertas que se les quedó a los italianos cuando vieron que estaban eliminados.
Es la primera vez en muchísimos años que no es a nosotros a quienes se nos queda esa cara de imbécil, porque yo digo siempre lo mismo: lo peor no es perder, sino la cara de idiota que se te queda. Tengo en mi retina aún las imágenes de Toni Kukoc saltando de alegría ganando la Euro Liga al F.C. Barcelona, la de Pedro Delgado perdiendo un Tour por un suspiro, la de Platini cuando Arconada se tragó aquella fatídica falta, que además no fue, Luis Moya gritándole a Carlos Sainz "¡TRATA DE ARRANCARLO CARLOS!", ese Camacho de alerones sudados acordándose de la madre del linea que nos anuló un gol contra Corea, la cara de Eloy al fallar el penalty ante Bélgica en México, la de Raúl cuando hizo lo propio ante Francia en el último minuto de los cuartos de final hace pocos años, la de Joaquín, la de los aficionados del equipo de mi Linares cuando los veía regresar hace unas semanas después de haber perdido el ascenso por tercer año consecutivo, la cara ensangrentada de Luis Enrique... Pero sobre todo porque era Italia, porque estamos enfrentados deportivamente desde hace muchos años, porque sea el deporte que sea juegan a nada y lo ganan todo, porque ese espíritu marrullero, fullero, tramposo que siempre nos ha sacado de quicio anoche se les volvió en contra, y porque aunque no nos tengamos que hacer ilusiones de ningún tipo, hemos dado boleto de regreso a casa a los campeones de Europa y a los campeones del Mundo.
Cuando llevé a mi hijo anoche a la cama le dije: "Recuerda lo de esta noche, porque es histórico, pasarán por desgracia muchos años antes de que lo puedas volver a ver". Quizá alguna vez él le tenga que decir lo mismo a su hijo, aunque sería lo mejor que dejase de ser algo histórico para convertirse en habitual.
Y hoy hablaremos de ello, se llenarán páginas de prensa escrita y espacios televisivos y radiofónicos, hasta mi madre me ha comentado esta mañana la emoción que sintió durante el partido. Todo sea porque nos olvidemos de la crisis, del puñetero euribor, la subida de la luz, el calor que hace, y en mi caso de las malditas oposiciones.

Alea jacta est

Como dice el latinajo del título, la suerte está echada. Ya no hay vuelta atrás, lo hecho hecho está, para bien o para mal.

Después de una mala tarde de viernes con un calor sofocante y un acto de presentación plomizo unido a esa fiebre arrastrada desde hace días, y de un madrugón indecente para un domingo, se me ocurrió escribir casi catorce folios sobre un tema tan interesante como es el de los mecanismos. Nada en él es incorrecto, cumple perfectamente con el título del temario oficial y es claro, conciso, limpio e ilustrado convenientemente. Otra cosa es lo que opine el tribunal cuando en cualquiera de estas mañanas o tardes de bochorno veraniego les toque leerlo.

No albergo ninguna esperanza de aprobar, pero como diría un monarca en su discurso navideño me llena de orgullo y satisfacción haber podido defenderme convenientemente ante el decimonónico sistema de las oposiciones y no haber entregado en blanco el taco de folios asignado.

En unos días tocará defender la programación pero como diría Scarlet, mañana lo pensaré.

viernes, 13 de junio de 2008

A las cinco de la tarde...

Así decía el poeta en su elegía. Y esa es la hora marcada para mi San Martín particular.
Llega el momento tan [mode ironic on] ansiado [mode ironic off] de presentarme a esa prueba decimonónica que es la oposición. Un examen en el que tendré que demostrar que se hacer lo que llevo haciendo diariamente desde hace ya tanto tiempo. Una prueba cuyo resultado marcará mi vida, y por ende la de mi familia, en los próximos años. De ella depende que mi prole deje de pensar que el padre es ese señor que viene a casa los fines de semana.
A las cinco de la tarde... por mi cabeza pasarán mientras aguardo mi turno en un pasillo patibular una amalgama de pensamientos optimistas y pesimistas. El optimismo de pensar que es poco probable que la situación empeore (aunque siempre nos quedará París, perdón, Santiago de la Espada) y la pésima idea de que todo va a continuar como en los últimos años.
A las cinco de la tarde... soñaré que hay una pequeña probabilidad de ver a mis hijos crecer, que puedo ver a mi mujer sin esa faz desencajada y ojeriza provocada por el stress de criar los hijos sola.
A las cinco de la tarde... es probable que alguien del tribunal se apiade de un alma afligida por el dolor de verse de nuevo en la picota.
A las cinco de la tarde... veré a mi alrededor las mismas caras de cada dos años, aunque por suerte para algunos de ellos no los volveré a ver más: Alicia, Agustín, Lorenzo... que ya hicieron su paseillo y salieron por la puerta grande.
A las cinco de la tarde... saldrá el morlaco en forma de secretario de tribunal y pronunciará, mal como siempre, mi apellido.
A las cinco de la tarde... lo recibiré a puerta gayola con más posibilidades de que me empitone que de poder esquivar sus afinadas astas.
A las cinco de la tarde... dependerá de que el presidente del festejo quiera sacar su pañuelo blanco en forma de aprobado concediéndome el máximo trofeo taurino, porque si no, puede ser que el mio lo pierda para siempre a manos de una compañera harta de estar sola.
A las cinco de la tarde... lo único que es seguro es que... ¡me moriré de calor!