viernes, 25 de julio de 2008

¡Que pena!



Que pena de verdad de nuestros hijos. Esta mañana mi hija estaba viendo Doraemon y va y me pregunta por el significado del vocablo "descampado". Me he quedado de una pieza, porque yo con su edad estaba harto de jugar en muchos de ellos. Pero la pena no es que no sepan lo que significa, sino que nunca hayan visto ninguno. Hoy no quedan descampados en nuestros pueblos y ciudades. Nuestros hijos son totalmente urbanitas que no tienen contacto alguno con la cultura de calle que en nuestra juventud teníamos.





Los de mi quinta, y mucho más como cuenta mi padre en su época, nos criamos y crecimos en la calle; íbamos y volvíamos andando del cole, cuando salíamos del mismo sólo pensábamos en qué descampado tocaba jugar esa tarde. Montábamos en bici sin casco ni rodilleras, jugábamos al fútbol usando como balón cualquier cosa que rodase y como portería un par de piedras (menudas peleas si era alta, o si se había ido fuera), nos caíamos y nos hacíamos heridas y rompíamos huesos (las costras de las rodillas eran tan perpetuas como las nieves del Kilimanjaro), nos peleamos a pedradas si era necesario y ningún padre iba a partirle la cara al padre del otro, merendábamos Nocilla o pan y chocolate. En la época de la Vuelta Ciclista a España (ni sabíamos de la existencia del Tour) todos con las bicis a la calle, cuando la Euro o el Mundial todos a jugar al fútbol, si había baloncesto en la tele cualquier cosa se improvisaba como canasta, en Roland Garros todo el mundo con lo más parecido a una raqueta que tenía a la calle a golpear cualquier cosa por encima de una cuerda. Estaba la época de las chapas, la de trompa, la de las canicas, la de la lima... tantas cosas.



Hoy nuestros pueblos y ciudades han sido invadidos por coches, camiones, autobuses, motos, gruas de construcción, moles de hormigon, nichos en vida para solo dormir, porque pasamos el día fuera muy ocupados. Solo nos queda ir al centro comercial el fin de semana para que "disfruten" viendo tiendas, comiendo chucherias y hamburguesas, y viendo alguna película en alguno de los pocos cines que quedan.... ¡ohhhhhh!, el cine de verano puede ser un buen tema para otro momento.



Tenemos desde luego que plantearnos con muchísima seriedad qué planeta estamos dejando a nuestros hijos, qué modelo de sociedad y de valores van a heredar de nosotros, los niños del baby-boom.

sábado, 19 de julio de 2008

A 120 milésimas

Acabo de terminar de ver los entrenamientos de fórmula 1, y nuestro Fernando Alonso ha quedado a 120 milésimas de Trulli, justo la misma distancia que me ha separado a mi de obtener plaza en las oposiciones... Se siente uno realmente mal cuando ve lo cerca que ha estado esta vez de conseguirlo. Son 120 milésimas, solo una docena de centésimas la que me separa cuatrocientos kilómetros de mi familia probablemente de nuevo por dos años más. Para cuando se convoquen otra vez estas oposiciones mi hijo tendrá ya diez años, a lo mejor ya no querrá jugar a basket conmigo, ni darle caña a la consola,me habré perdido otros dos años de la carrera de bailarina de mi hija, me habré distanciado dos años más de mi mujer, y van...
Quizá lo mejor sería dejar este injusto sistema que nunca me ha valorado como creo que me merezco. Podría preguntar en los centros donde he trabajado, podrían preguntar a mis alumnos, podrían ver como lo hago en el aula, pero no, la forma de medir si valgo o no para la docencia es haciendo que memorice 71 temas que nada tienen que ver con la realidad del aula y un monólogo-programación para exponerla delante de un tribunal formado por individuos que estoy convencido de que saben mucho menos que yo de lo que les estoy hablando. Quizá sería mejor dejar este puñetero trabajo de una vez e intentarlo en el Mercadona o en el Alcampo de mi pueblo, mataría tres pájaros del mismo tiro:
1º - Estaría con mi familia todos los días del año.
2º - Adelgazaría seguro.
3º - Se me valoraría justamente, ya que mover cajas y bultos es mucho más objetiva su evaluación por los superiores que el sistema de acceso a la docencia, y además a lo mejor es para lo único que realmente valgo.
Pero bueno, como diría Scarlet "mañana lo pensaré"

miércoles, 9 de julio de 2008

Por fin se terminó

Por fin se terminaron las oposiciones. Esta mañana, tras pasar una noche sin pegar ojo, con el cuerpo lleno de tranquilizantes y un dolor de muelas impresionante (hasta las que ya no tengo), expuse mi programación didáctica y di por terminada mi participación en este calvario que para mi suponen las dichosas oposiciones.
Cuando llevaba diez minutos de exposición creí que me moría, no podía continuar hablando porque los nervios me habían dejado la boca más seca que una gamba en lo alto de un armario. Tuve que interrumpir la exposición para tomar un buchito de agua que e permitiese continuar con la misma. Pero lo peor fue cuando a punto de terminar la exposición, en el instante en que solo me quedaba hablar de la bibliografía de aula y departamento mi vientre había alcanzado tal grado de descomposición, que pensaba que me lo hacía en los pantalones. Ha sido concluir la exposición y salir disparado al inodoro. Hoy comprendí ese chiste que comparaba la velocidad de la luz con las ganas de defecar.
Lo que sí he sentido cuando todo se ha terminado es una paz inmensa en mi interior. Todo se ha terminado, aunque me temo que dentro de dos años volveré a verme en esta misma situación... o quizá no, quién sabe. El lunes saldremos de dudas para bien o para mal.

sábado, 5 de julio de 2008

Nunca tan pocos consiguieron tanto

En cierta ocasión escuché la frase del título referido al equipo de fútbol nacional de los compatriotas de mi querida Karen, Uruguay. Ese equipo ha sido campeón del mundo de fútbol en varias ocasiones siendo tan poquitos como son los uruguayos.
Y el caso es que en los últimos tiempos, sobre todo a partir de los Juegos Olímpicos del 92, los éxitos de los deportistas españoles en cualquier disciplina son abundantes... hasta el fútbol, como en esta Eurocopa.
En mi niñez solo me sonaban unos tales Bahamontes, Blume, Ocaña, un tio que se llamaba Timoner y corría en bici detrás de una moto (algo que jamás entendí) y que había sido no se cuantas veces campeón del mundo, Ángel Nieto, Manolo Santana y el Real Madrid que había sido un cerro de veces campeón de Europa, pero muchos años antes de nacer yo, todo en blanco y negro.
Hoy la cosa por suerte ha cambiado. Ya en mi adolescencia vibramos con las hazañas de Pedro Delgado, disfrutamos con los dos mundiales de Carlos Sainz, sufrimos con Arancha Sánchez en su final con Steffi Graff, apareció un tal Indurain que nos robó las siestas veraniegas durante unos cuantos años con sus victorias en Francia e Italia, Sergio Bruguera conquistó la arena de París, Jorge Martínez, Champi Herreros, Alex Crivillé, y los más actuales Dani Pedrosa y Jorge Lorenzo retomaron la herencia del entrañable Nieto. Alonso irrumpe en la F1, rompiendo registros de audiencia las carreras incluso cuando no tiene opciones de victoria, ahora todos sabemos de F1. En balonmano campeones de Europa y del Mundo, en Baloncesto campeones del Mundo y subcampeones de Europa, y en breve a por la Olimpiada, en Waterpolo no hemos bajado de la élite en muchos años, en voley solo lo complicado del sistema de clasificación nos ha dejado fuera de la Olimpiada, pero somos ahora mismo campeones de Europa, los dos últimos Tours de Francia con sabor español, el que ha comenzado hoy ha vestido de amarillo a otro español, Valverde, y otras tantas disciplinas que al no aparecer en los medios no tienen tanta repercusión, pero cuando llegan los JJ.OO. nos damos cuenta que en la vela, en judo, en piragüismo, en tiro con arco, atletismo, triatlón... y últimamente con la srta. Rienda también esquiando tenemos campeones, o como poco gente con aspiraciones a serlo.
Recuerdo los tiempos en los que por ejemplo la crónica de una jornada del europeo o mundial de natación era: "... los españoles hoy bien, no se ha ahogado ninguno...". Hoy no solo no nos ahogamos, sino que ganamos medallas y metemos gente en las finales.
Cuando se acerca un fin de semana y miras la agenda deportiva son tantos los frentes en los que tenemos representantes que pueden estar cercanos al triunfo que parece mentira. Este fin de semana sin ir más lejos, el domingo a mediodía Fernando Alonso en Silverstone, a ver si llueve y tiene opciones de puntuar al menos, y por la tarde Nadal y Federer disputan la final de Wimbledon. Espero ver a un español en color ganar en esa hierba maldita y borrar el recuerdo de Santana saltando al vencer en blanco y negro.
Y tampoco somos tantos, unos cincuenta millones mal contados, de los cuales la mitad como poco practican el mismo deporte que yo: el sillón-ball, disciplina altamente peligrosa, sobre todo en esas horas plomizas de la sobremesa en verano, cuando corres el riesgo de tragarte el mando a distancia de la tele en una aspiración profunda tras una apnea del sueño.
Que no decaiga, y que de China nuestro deportistas se traigan muchos triunfos, sobre todo porque ello animará a más gente a practicar deporte, y de la cantidad seguro que aparece la calidad.